Otro factor del declive científico es la problemática universitaria, tanto de sus carreras, como sus departamentos, profesores, etc.
El declive científico en las universidades decrece a favor de otras licenciaturas como son comunicación audiovisual, periodismo, etc. Elías reconoce, por experiencia personal (ha hecho químicas y periodismo) que una carrera de ciencias es mucho más dura, y precisa de un mayor sacrificio personal para llevarla a cabo que la de comunicación. Por ello, es posible que aparezcan datos como los descritos en el libro.
Yo que he cursado una carrera de ciencias (Ciencias Ambientales) he visto como otros compañeros de titulaciones de letras entraban mas tarde a clase y salían antes, teniendo como mucho medio día de universidad. Yo en cambio, si sumaba las horas de prácticas en laboratorio de la mañana con las clases teóricas de la tarde, pasaba más de 8 horas diarias encerrado entre cuatro paredes. El primer año me podía molestar aquello, de hecho me molestaba, pero pronto comprendí que mi carrera precisaba de un esfuerzo doble y que si quería ser algún día ambientólogo debía trabajar duro los cinco años de carrera.
Otro problema que me encontré en mi carrera fue la del profesor funcionario, aunque con excepciones, muchos de mis profesores daban la clase porque era una obligación, no por gusto, ya que si daban una serie de horas lectivas al año, además de la contribución económica, la universidad les cedía los espacios para investigar.
Como bien cita Carlos en el libro, Ortega y Gasset decía que la universidad consiste, primero y por lo pronto, en la enseñanza superior que debe recibir un hombre medio (…). Por tanto, la función primaria y central de la universidad es la enseñanza de las grandes disciplinas culturales1. Por eso es tan importante, enseñar ambos caminos, el de letras y el de ciencias en unos mismos estudios, para crecer no solo como profesionales destinados a una empresa futura, sino como personas racionales y con mundo.
En 2005 había más matriculados en ciencias de la información que en matemáticas y físicas juntas (C. Elías, 2005). Este dato es alarmante por varios motivos: primero hay que preguntarse si es necesario tener tantos periodistas, o peor aún, si es bueno tener tan pocos físicos y matemáticos, no nos damos cuenta que estos últimos hacen avanzar el mundo, mientras que los primeros, en muchos casos, hacen lo contrario.
Está claro que aprender ciencia, o cualquier otro contenido complejo o abstracto, necesita, sobre todo, atención y concentración (C. Elías, 2005). De eso no hay duda, tampoco hay duda de que la sociedad actual está cada vez menos preparada para asimilar ese tipo de contenidos, y mucho menos de guardarlos en su cerebro. Carlos Elías, achaca esto al mundo mediático, en particular al de la televisión. Seguro que ésta es una de sus causas más importantes, ya solo por el hecho de “pérdida de tiempo” que es el aparato en sí, absorbiendo a la población más de 4 horas diarias de media. Si, encima, la programación en la mayoría de los canales es “telebasura” el daño es aún mayor. Pero no creo que sea solo este medio de comunicación el culpable. Hay otros culpables que se pueden sumar a esta debacle de la ciencia.
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