Aquí dejo unos fragmentos de un poema de Miguel Hernández llamado “Silo de afirmación en la aldea”, es un gran ejemplo de como han evolucionado las ciudades en los últimos siglos, del éxodo rural, del cambio de lo natural por lo artificial, del miedo al progreso…
Alto soy de mirar a las palmeras,
rudo de convivir con las montañas...
Yo me vi bajo y blando en las aceras
de una ciudad espléndida de arañas.
Difíciles barrancos de escaleras,
calladas cataratas de ascensores,
¡qué impresión de vacío!,
ocupaban el puesto de mis flores,
los aires de mis aires y mi río.
(…)
Iba mi pie sin tierra, ¡qué tormento!,
vacilando en la cera de los pisos,
con un temor continuo, un sobresalto,
que aumentaban los timbres, los avisos,
las alarmas, los hombres y el asfalto.
¡Alto!, ¡Alto!, ¡Alto!, ¡Alto! ¡Orden!, ¡Orden!
¡Qué altiva imposición del orden una mano,
un color, un sonido!
Mi cualidad visiva, ¡ay!, perdía el sentido.
Topado por mil senos,
Topado por mil senos,
embestido por más de mil peligros, tentaciones,
mecánicas jaurías, me seguían lujurias
y claxones, deseos y tranvías.
(…)
¡Rascacielos!: ¡qué risa!: ¡rascaleches!
¡Qué presunción los manda hasta el retiro
de Dios! ¿Cuándo será, Señor, que eches
tanta soberbia abajo de un suspiro?
¡Ascensores!: ¡qué rabia! A ver, ¿cuál sube
a la talla de un monte y sobrepasa
el perfil de una nube,
o el cardo, que de místico se abrasa
en la serrana gracia de la altura?
¡Metro!: ¡qué noche oscura
para el suicidio del que desespera!:
¡qué subterránea y vasta gusanera,
donde se cata y zumba la labor
y el secreto de la tumba!
¡Asfalto!: ¡qué impiedad para mi planta!
¡Ay, qué de menos echa el tacto de mi pie
mundos de arcilla cuyo contacto imanta,
paisajes de cosecha,
caricias y tropiezos de semilla!
M. Hernández